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TEMPORADA 2011-12

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  • ATÍPICA CRÓNICA DE UN PARTIDO DE BALONCESTO
    Baloncesto

    ATÍPICA CRÓNICA DE UN PARTIDO DE BALONCESTO

    Bajo este singular titulo se esconde un relato que nos plantea José Álvarez, más conocido por Pepe, entrenador del equipo senior femenino el año pasado, y que ahora entrena en Polán.

    Un relato entretenido. Os recomiendo le lectura...

    ATÍPICA CRÓNICA DE UN PARTIDO DE BALONCESTO

    No, esta crónica no versa sobre el juego desplegado por cada uno de los equipos, ni por las decisiones tomadas por los entrenadores en el transcurso del mismo. No pretende hacer alarde del deporte, ni ensalzar a ninguna jugadora. No va a determinar el vencedor y el perdedor. Simplemente, esta crónica tiene el fin de recordar y mostrar qué es un partido de baloncesto.

    Aquellos que hemos dedicado nuestra vida al baloncesto y queremos seguir haciéndolo, aquellos que aún disfrutáis con él y de él, estaremos de acuerdo en que un partido de baloncesto es mucho más que los 40 minutos que dura el mismo.

    Y esto es más visible cuando llegamos a las fases finales donde nos estamos jugando el título o cuando ese partido conlleva una carga emocional al ser el último en la categoría, cuando al finalizar el encuentro dejaremos atrás a clubes que se esforzaron por darnos la oportunidad de practicar este deporte,  a entrenadores que dieron todo por hacernos llegar lo más alto posible y, sobre todo, a compañeros que han estado a nuestro lado durante años.

    Guadalajara, viernes 19 de abril de 2013. Para muchas personas este lugar y esta fecha pueden ser insignificantes, pero para otras, está cargada de connotaciones. Es la 2ª Jornada de la Fase Final Júnior Femenino Molten de Castilla-La Mancha que se desarrolla en el Palacio Multiusos de la ciudad alcarreña.



    Tras la primera jornada, varios equipos se juegan poder continuar en la misma o acabar una etapa de su vida. Nosotras, el Seranco Polígono, somos uno de los equipos que necesitamos la victoria si no queremos quedarnos sin opciones de luchar por el título. En esta tesitura, el encuentro comienza desde el hotel en el que estamos concentradas. Cada una en su interior sabe de la importancia de este partido y, con el ánimo y los nervios previos por las nubes, nos dirigimos hacia el lugar donde será todo o nada.

    Al llegar allí, todo está dispuesto. Me siento como los esclavos que salen al Coliseo Romano sabiendo que si no damos lo mejor de nosotras, no tendremos ninguna opción. Ante el imponente pabellón, miras de un lado a otro imaginando la gloria del ganador, miras las canastas desde lejos, observas el suelo en el que darás todo tu esfuerzo, pero las pulsaciones se incrementan con el paso del tiempo ya que cada segundo nos acerca inevitablemente al momento definitivo.



    Bajas a los vestuarios donde, entre risas y bromas, intentas disimular el dramatismo del momento, observas a tus compañeras, llevas a cabo las rutinas y manías que te caracterizan y, sin más que hacer, te lanzas a la pista para tener el primer contacto con el ambiente rodeada de las compañeras que siempre estuvieron a tu lado. Las cosas se ven muy diferentes desde la grada que desde el parquet. Ahora ya no hay vuelta atrás, queda poco tiempo para empezar. La mezcla de nervios, de ilusión, de tensión, de ganas, de recuerdos se agolpan en la cabeza y solo hay algo que puedas hacer: empezar a disfrutar con el baloncesto. Coges el balón y empiezas a corretear, a tirar, a botar. Este balón no me gusta, pruebas otro. Con este la he metido, me va a dar suerte. Y cuando te das cuenta, lo único que quieres es agarrar el balón y comenzar a jugar, pero aún queda algo.



    El entrenador llama de nuevo a vestuarios a todo el equipo. Dada la importancia del partido ha preparado unas palabras que, por si ya no fuera suficiente motivación el estar ahí y jugarte todo a un partido, hacen que los pelos de tus brazos se pongan de punta, que tus nervios estén más a flor de piel, pero salgas a la pista con ganas de comerte el mundo y de poner todo de tu parte para conseguir el objetivo: ganar.

    Terminan sus palabras, como equipo que somos nos reunimos con él en el centro del vestuario. Manos unidas y bien arriba. Nuestro grito de motivación suena más alto que nunca y con la adrenalina por las nubes, abre la puerta del vestuario y nos conduce a la pista donde lucharemos hasta la extenuación.



    Ahora sí, estamos a menos de media hora para que todo haya empezado y realizamos el calentamiento llenas de energía. Parece que seremos capaces de correr más rápido, de saltar más alto y de defender más fuerte. Sabemos de la importancia que conlleva entrar al partido mejor que nuestro rival y eso no nos hace bajar el ritmo en ningún momento. Practicamos todo: entradas, tiros, pases, defensas, ataques; con el fin de no dejar a la suerte nada que pueda depender de nuestro trabajo.
     


    Mientras tanto el entrenador, en la soledad del banquillo, anda absorto. Las jugadoras no sabemos que estará pensando, pero a buen seguro que él, a su manera, también estará concentrado para el partido.



    Intuyo que nuestro rival tampoco andará falto de motivación porque ganarnos supondría su clasificación matemática para las semifinales, asi que mientras caliento no me olvido de mirar al equipo rival, ver a sus jugadoras e intentar adivinar cómo se mueven. Cualquier detalle, por insignificante que sea, puede ser decisivo.

    ¡Cómo ha pasado el tiempo! Sin darme cuenta quedan menos de 10 minutos para comenzar. La foto de rigor no se hace esperar. Por un lado CEBA Guadalajara, nuestro rival en el día de hoy. Por la otra, nosotras, el Seranco Polígono de Toledo.





    Ya está, ahora concentrada y a por los tiros libres. Nos colocamos en filas, como de costumbre, para realizar la rueda de forma que todas podamos tirar, al menos, un par de veces. Los árbitros hacen sonar el silbato. Es la señal de que… ¡Quedan 3 minutos! No hay nervios, hay muchísimas ganas por empezar. Un ejercicio intenso y vuelve a sonar el silbato. Ahora solo estamos a minuto y medio del inicio del partido.

    El entrenador nos llama y acudimos hacia el banquillo donde él se encuentra. Empieza a decir números. 6, 7, 9, 10 y 12. Son las elegidas para comenzar el partido. Quizás antes estuviera pensando en esto, o quizás no, pero nos da las últimas instrucciones dibujando en su pizarra y alentándonos con su voz, a la vez que suena la bocina del pabellón, indicando que el partido va a comenzar.

    Saltamos a la pista en primer lugar y saludamos a los árbitros que van a impartir justicia durante los 40 minutos de juego. Después, el equipo rival hace lo propio, saludándonos a nosotras y también a los árbitros. Ya está. Los dos equipos hemos tomados posiciones y los colegiados se miran entre sí. En el momento en el que el balón esté en el aire, empezará una batalla de la que queremos salir victoriosas.

    Ahora comprendo y, sobre todo, echo de menos esa sensación. Durante los 40 minutos estuvimos dando lo mejor de nosotras, haciendo lo que sabíamos hacer e intentando hacer lo que más nos costaba. Estuvimos unidas, trabajando codo con codo para sacar adelante un mismo objetivo. En ningún momento me sentí sola, siempre estaba escoltada por mis compañeras.

    El rival le ponía el mismo entusiasmo que nosotras y así pasaban los minutos: entre la pasión, la ilusión y el esfuerzo de dos equipos donde cada jugadora que saltaba a la pista ponía las mismas ganas que la que la abandonaba porque solamente querían jugar al baloncesto.

    Pero yo confiaba en mi equipo. El esfuerzo del rival solo hacía que nosotras nos esforzásemos más aún. Durante 40 minutos las vi correr, las vi saltar, las vi luchar, las vi llorar, pero nunca las vi rendirse.



    Y he llegado al final del partido. Después de un esfuerzo tan grande por parte de los dos equipos nos saludamos e intercambiamos felicitaciones por el trabajo realizado.





    Pero esta historia continúa un poco más. ¿A alguien le importa el resultado a estas alturas? Yo solo me acordaba de toda la gente que había pasado por mi vida y que me había apoyado para poder jugar al baloncesto. Algunas de esas personas estaban allí: unas en la pista y otras en las gradas. Otras no pudieron acompañarme, pero sí estaban en mi cabeza. Gracias a esas personas y al esfuerzo y dedicación que yo había puesto en el baloncesto, había vivido una experiencia increíble rodeada de amigas, de rivales que se convirtieron en amigas, de personas que de otro modo no hubiera conocido.



    No había entendido esto del baloncesto hasta ahora, que ya todo ha pasado. Yo pensaba que consistía en meter una pelota por un aro, pensaba que ganaba quien más veces encestaba. Incluso creía que el equipo que ganaba era más feliz que el que perdía, pero me he dado cuenta de que, en esto del baloncesto, todas las personas ganan siempre que estén dispuestas a dar lo mejor de sí mismas.
    Enviado el Lunes, 13 mayo a las 18:21:17 por nukemaster
     
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